El poder del silencio.
Dec 02, 2024El poder del silencio.
Te quiero contar algo muy personal; durante mucho tiempo el silencio me resultó insoportable. Cada vez que dejaba de estar con personas, ver, leer o distraerme sentía como si hubiera algo dentro de mí que fuera a atacarme.
Hasta llegué a pensar que en mis adentros vivía un espíritu maligno que estaba esperando el momento perfecto para apoderarse de mi, y ese momento era el silencio.
No tengo idea de dónde surgió ese miedo pero me persiguió por años; desde mi niñez hasta mi vida adulta, pasé lo que sentí como una eternidad evitando estar a solas con mi mente a como diera lugar. Por suerte cuando era niña esos momentos eran pocos; los instantes que ocurrían cuando me iba a dormir, despertaba o iba a la escuela en bici, conformé crecí eran aún menos porque ya había tecnología para distraernos y al menos yo, vivía con los audífonos puestos escuchando música. Muy pronto en mi juventud (a los 23 años) fui mamá y por los siguientes 10 años había tanto sucediendo en mi vida que hasta se me olvidó el tema.
Pero un día tuve un ataque de pánico que me cambió la vida, lo he platicado antes y no quisiera aburrirte, pero en resumen, a partir de ese momento mi vida tomó un giro de 180 grados y de la noche a la mañana ya no era la súper mamá que llevaba una década siendo si no una mujer deshecha, vulnerable y dispuesta a probar lo que fuera para volver a mi centro. Así fue como llegué a la meditación. Ya me la habían recomendado muchas veces e incluso había probado varios tipos pero siempre pensaba lo mismo: “esto no es para mi, mi cabeza no se calla”. Ahora que lo veo en retrospectiva sé que esa conclusión solo era un pretexto para no afrontar mi miedo, pero en su momento lo creí y esa idea me mantuvo sana, salva y lejos de mi enemigo silencioso. Pero ahora las cosas eran diferentes, estaba rota y no tenía idea de cómo ni por dónde empezar a reconstruirme. Así que decidí darle a la meditación otra oportunidad; me senté en mi cama, puse el audio que me habían recomendado, cerré los ojos, empecé a entrar en ese extraño y desconocido mundo de mi misma, y cuando menos me dí cuenta ahí estaba, en el silencio. Obviamente en cuanto me di cuenta abrí los ojos y agarré el celular para distraerme, pero la semilla ya había sido plantada; algo dentro de me decía que había llegado el momento de vencer mi miedo y ver de qué se trataba aquello que vivía oculto dentro de mi.
El silencio como espacio de descubrimiento
No te voy a mentir, al principio meditar me costó un ovario y la mitad del otro; no me acomodaba, pensaba en mil cosas, abría los ojos, buscaba sonidos a mi alrededor y hacía casi lo que fuera para no caer en el vacío de la obscuridad y el silencio. Pero cada vez que pensaba en dejarlo, me acordaba que por algo la gente a la que más admiraba me lo había recomendado y seguía. Y así casi sin darme cuenta se me hizo un hábito. Más que por gusto por necedad.
Poco a poco la resistencia y el miedo se convirtieron en curiosidad, y era eso mismo lo que me permitía irme acercando cada vez más al abismo del vacío que tanto miedo me daba. Hasta que un día sin decidirlo llegué a la orilla, vi a la nada y me dejé caer.
Resultó que el silencio no era nada como lo había imaginado; no había criaturas amenazantes, ni recuerdos enterrados, ni partes de mi misma que me quisieran atacar… Al contrario, había paz como en ningún otro lugar del mundo, y eso era lo que más anhelaba en ese momento de mi vida, así que volví por más y más y más… hasta que el silencio se volvió mi amigo.
Un lugar seguro
Nunca me imaginé ser alguien que medita, la verdad no pensé que tuviera el carácter ni la paciencia para hacerlo, pero como dicen: “antes cae un hablador que un cojo” y aquí me tienen, 8 años después como una gran promotora de la práctica. Y es que, ahí adentro es donde aprendí a estar conmigo misma, a escucharme, a explorar mi verdad y sentirme parte de algo más poderoso y grande, entonces naturalmente es algo que quisiera que todas las personas pudieran experimentar.
Algo mágico ocurre cuando te permites estar con tus pensamientos, emociones, miedos, sueños, y todo lo demás que habita en tu interior; te conoces. y no hay nada más poderoso en esta vida qué saber quien somos en realidad.
A mi, el silencio no sólo me ayudó a encontrar paz, sino también a encontrarme a mí misma. Porque detrás de todo el ruido externo e interno, descubrí que siempre había estado allí lo que buscaba: mi propia voz, mi propia fuerza, mi propia esencia. Hoy sé que lo que una vez me aterrorizaba, ahora es mi refugio. Y si algo puedo compartir contigo es esto: no le tengas miedo al silencio, porque quizás ahí es donde encuentres las respuestas que llevas buscando toda tu vida.